Los icebergs gigantescos son un rasgo único de las aguas antárticas. Se forman cuando inmensos trozos de hielo se separan de una plataforma glacial, un acantilado o un glaciar, proceso que se conoce como desprendimiento. Los icebergs pueden ser asombrosamente grandes; un iceberg que se midió en 1956 tenía 335 km de longitud (208 millas) y 97 km (60 millas) de ancho y se estimó que contenía agua dulce suficiente para satisfacer las necesidades de agua de Londres, Inglaterra, durante 700 años. Normalmente, sólo el 10-15 % de un iceberg emerge sobre la superficie del agua. Cuando estos icebergs se separan del continente, la nevada añade hielo nuevo al continente.
En general, los icebergs fluyen hacia el norte y, si no quedan atrapados en una bahía o en una cala, alcanzan la convergencia antártica, que es el punto del océano en el que las aguas antárticas se encuentran con aguas más cálidas. En este punto, las corrientes oceánicas suelen arrastrar los icebergs de oeste a este hasta que se funden. Un iceberg medio tarda alrededor de 7 años en fundirse.
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